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Dieta animal

Si evolucionamos diferente a otros simios, y en la forma en que lo hicimos, es gracias a que incrementamos la densidad nutricional de la dieta en cuanto a energía, proteína, minerales y vitaminas. Esto ocurrió mediante un mayor consumo de productos animales y el procesado de alimentos: eliminación de cáscaras duras, fermentado, molienda y cocinado [1].

Los recién nacidos e infantes son una muestra de la dependencia de alimentos con alta densidad nutricional: el cerebro demanda mucha energía y el pequeño sistema digestivo no es capaz de digerir grandes volúmenes [1]. Es entendible la especial predilección de los jóvenes por la proteína, carbohidratos refinados y los azúcares simples.

Las asociaciones entre carne roja y enfermedad no demuestran que su consumo sea la causa. Podrían ser los hábitos que rodean su mayor consumo (comida rápida, sedentarismo, nivel cultural...) [2].

Cabe preguntarse si con el estilo de vida moderno, tendría más sentido una dieta de menor densidad nutricional, o al menos, calórica.

La producción de alimentos de origen animal, bien hecha, puede ser tanto o más sostenible y ética que la producción de alimentos vegetales [2].

Referencias

1. MILTON, Katharine. The critical role played by animal source foods in human (Homo) evolution. The Journal of nutrition, 2003, vol. 133, no 11, p. 3886S-3892S.

2. LEROY, Frédéric, et al. Animal board invited review: Animal source foods in healthy, sustainable, and ethical diets–An argument against drastic limitation of livestock in the food system. Animal, 2022, vol. 16, no 3, p. 100457.

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