Conclusión: procrastinar es señal de desequilibrio entre razón y emociones, y por tanto, una oportunidad de autoconocimiento.
Procrastinar es sustituir la acción que racionalmente hemos decidido hacer, por otra de menor importancia o urgencia. Genera remordimiento.
A nivel irracional (e inconsciente en muchos casos), las emociones que nos genera cada acción juegan un papel fundamental al determinar si procrastinaremos o no.
No entender el origen de esas emociones lleva a una de las siguientes opciones:
- Seguir procrastinando.
- Seguir obviando las señales del cuerpo.
Analizar el origen de las emociones y accionar en consecuencia es la opción más sostenible para procrastinar menos.
Se dice que procrastinar es buscar el placer inmediato sin atender a consecuencias futuras. En realidad, las consecuencias futuras son muy impredecibles, especialmente las de segundo, tercer y sucesivo orden. Creo que el inconsciente lo sabe mejor que la razón.
Un exceso de evitar procrastinar puede llevar a no encontrar el placer ni en el presente, ni en el futuro.
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