Las etiquetas, sean positivas o negativas, limitan la percepción de la totalidad de una persona.
Fijan la identidad de la persona y dificultan los cambios de personalidad y su adaptabilidad. En realidad, la identidad cambia continuamente.
Ejemplo: llamar "cocinera", una etiqueta aparentemente neutra, a la persona que cocina, facilita una comunicación rápida, pero también facilita que se mida el valor de esa persona solo por su capacidad de cocinar bien o mal.
Conclusión: para mejorar mis relaciones sociales, a costa de elevar mi esfuerzo cognitivo hasta acostumbrarme, me conviene poner más el foco en los nombres de las personas y en lo que hacen, no tanto en lo que son.
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