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Cuando antes de amanecer estaba recogiendo la funda de vivac, me di cuenta de que me había dejado algo dentro. Metí la mano y... ¡buaggg! Una babosa.
Salí del bosque con las primeras luces y tras cruzar el Puerto de la Piedra de San Martín, seguí por laderas herbosas, con un viento cada vez más intenso.
Keleta y Lakartxela.
Me llamaron la atención unas barreras antialudes de aspecto artesanal y lo bonito del Valle de Belagua.
Seguí casi siempre por suaves relieves hasta llegar al pie del Orhi, la última cima de más de 2000m.
A la derecha, el Rincón de Belagua.
Txardekagaina y al fondo, el Orhi.
Otsogorrigaina, Txardekagaina y Orhi.
Gaztarrigaina.
El Orhi cada vez más estaba más cerca y parecía que el viento quería ponérmelo difícil.
Curiosamente, al ganar altura, el fuerte viento que hacía desapareció y disfruté tranquilamente del entorno, como la Selva de Irati, uno de los mayores bosques de abeto y haya de Europa.
El llegar a la cima fue un momento agridulce. Por un lado, la tristeza de dejar atrás las grandes montañas y por otro, la alegría de haber superado lo más difícil.
Mirando hacia adelante, montañas cada vez más pequeñas y terreno fácil.
Era mediodía y me crucé con mucha gente en la subida desde el Puerto de Larrau.
Gracias al terreno fácil, me alejé del Orhi rápidamente y atravesé la Selva de Irati, volviendo a las suaves y verdes lomas para acabar el día.
Valle de Ibarrondoa.
El Orhi, muy lejos ya.
Preciosos relieves en el valle hacia el Col d'Errozate.
Asomaba el Embalse de Irabia.
Más y más suaves relieves.
Al sacar el material de vivac, analicé las consecuencias de las visitas de la noche anterior.
Anduvieron cerca de mi cara...
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